Después de nunca

Ayer fue el fin del mundo.

Me pilló desprevenido, pero tampoco me sorprendió demasiado. A decir verdad, no fue nada espectacular. Ni siquiera hay una luz blanca al final que deslumbre ni atraiga, sólo cierta inquietud; un no sé qué tufo a engaño, a timo. Reconocerme ingenuo, un "¿esto era todo?" y la queja en la lengua: devuélvanme el dinero, que quiero probar suerte en otro lado.

Pero a ver si todavía sigue algo abierto.

Como no, ya volveré a pedir el libro de reclamaciones.



(Cerrado por vacaciones.)