Odio al mundo y no iré al cielo


Llueve, es de noche y casi voy dando patadas mientras camino. Acabo de pasar por la misma calle de siempre, y, en vez de haber un cuerpo, un mendigo convertido en parte del paisaje, ahora hay unas flores, un dibujo de su cara y una nota. Antonio, se llamaba. Y murió de frío. Llevaba años ahí, siempre en el mismo lugar, y nunca vi a nadie darle nada.

Resulta que hay que morirse para que te demuestren cuánto se supone que te querían.

Siento arcadas; yo soy igual que todos. Un parásito egoísta más. 

Acelero el paso, quiero llegar a casa y ducharme, como si el agua pudiera limpiarme la conciencia y hacer que me olvide de todo, sin más. Me paso la vida quejándome, mientras que con cada gesto contribuyo a reforzar que todo siga igual. El filete que comí al medio día, los zapatos, el agua corriente, el autobus, tú y yo mismos; engranajes de una máquina que pone a nuestra disposición gente sin techo a los que dar limosna para tranquilizar la conciencia. Tirar una moneda en una lata, qué fácil es sentirse bien. Y ni siquiera hacemos eso; esperamos a que esté muerto para comprar unas flores. Y nos manifestamos, apadrinamos un niño y todas esas protestas que hacemos con los pies sobre el cemento y al aire acondicionado encendido, sin plantearnos si quiera un verdadero cambio o hacer realmente algo útil.

Sigue lloviendo y ya voy corriendo. Miro a la gente que me cruzo como si fueran reflejos de mí en distintos espejos; cóncavos, convexos, da igual. Todos me parecen detestables y envidiables; quiero llevar las bolsas de la compra tan alegremente como ellos. Ni siquiera se trata de guerras en otros países lejanos, víctimas convertidas en datos y un sistema que necesita de la explotación, sino de algo cercano y cotidiano. Me acuerdo de mis padres; mi madre me llevó nueve meses en su vientre y ni siquiera soy capaz de decirle que la quiero.

No me gusta nada de esto, pero hago tanto como cualquiera: nada. Odio al mundo y no iré al cielo.

Por fin llego a casa. No es el Paraíso, pero puedo cerrar los ojos y descansar.

Mierda.

Hay un mendigo cerca de mi portal, resguardándose de la lluvia bajo una cornisa. Parece un trapo sucio y roto tirado en el suelo. No sé cómo explicar la impresión que me da; no es que no se mantenga recto, es que cada articulación de su cuerpo tiene aspecto de no poseer las más mínimas fuerzas para sostenerse.

Paso de largo, entro a mi portal.

Y me quedo ahí, parado, aguantando aun la puerta con una mano. Sin saber qué hacer. Me quedo quieto durante más de un minuto, dudando. Me miro mentalmente a mí mismo y me pregunto qué diablos estoy haciendo.

Por fin, salgo de nuevo hacia fuera y me acerco a él. "¿Quieres subir?", le pregunto; "no hay nadie en mi casa", le miento, sabiendo que mi familia está acostada; "puedes lavarte con agua caliente, cambiarte de ropa y comer algo". Pero él no me dice nada. Me mira, creo que asustado, y no responde ni una palabra. Comienzo a plantearme sentarme a su lado, no sé con qué objetivo, y finalmente me dice que no. Que gracias, pero que no. Insisto, proponiéndole quedarse tan sólo en el portal, bajo techo, pero continua negándose. No, sin más, y parece decir "no quiero ser como tú".

Supongo que lo hizo por miedo y desconfianza, ¿pero quién en su situación no se atrevería a arriesgarse por un poco de comodidad? En el ascensor fantaseo pensando que es mejor que tú, yo y quienes llevan nuestro modo de vida, y me duermo admirando el valor de su rechazo. Sea este por el motivo que sea.

(Por supuesto, el tiempo hace que no sólo me parezca triste sino también imbécil.)

1 comentario:

Paranovas dijo...

Bueno, pues ya he releído la cuarta parte de "El árbol de la Ciencia" de Pío Baroja.

La conclusión es que Hurtado se monta una pseudoreligión a partir de la Ciencia, y entonces Iturrioz le dice que la Ciencia no lo alcanza todo (al menos, para el ciudadano común).

Esto no va en contra de la filosofía barojiana.

La filosofía barojiana sigue siendo el basarse en los hechos y no en las teorías.

¿Se me olvida algún aspecto de lo que hablamos en la anterior versión de tu blog?

See you!