Sin título

No para de llover. Cualquiera me pregunta por no sé qué calle, pero no sé qué decirle. No porque no sepa dónde está, es que siento no poder comunicarme. Echo un vistazo rápido a mi alrededor: sombras de caras anónimas y calles grises en las que me siento extraño. Siento no poder decir ya nada. Me cuesta responderle, pero tartamudeo un "lo siento, no soy de aquí". Y me pregunto cuánto tendrá de cierto.

Lluvia

Se tapa la cara, está llorando. Quiere desaparecer, nadar en la nada.
Ella le pregunta qué le ocurre.
Nada, dice. Lo de siempre.
¿Puedo hacer algo?
No, no puedes.
¿Alguien puede?
No.
¿Nadie?
Nadie.

Opiniones de un payaso

Halloween, noche de monstruos. Un oficial de las SS y una princesa Disney con la palabra puta escrita en la frente bailan por las calles. Son la Bella y la Bestia, cogidos de la mano y sonrientes, verdaderos modelos para la sociedad; ladran los cínicos que "desde que sólo se vive lo que se dice de una manera hipócrita, sólo los payasos dicen lo que verdaderamente se vive".

Vuelta al pasado

Soñé que me iba. Que me largaba, definitivamente; cortaba radicalmente con todo y me marchaba dando un portazo, dejando mi vida atrás y yéndome sin equipaje alguno, eufórico por abandonarme al azar de un futuro del que no había nada escrito. Lo único que sabía es cuanto dejaba atrás, y precisamente por ello es que no cabía en mí de gozo.

Pero volví a encontrarte. De casualidad, pensé. Pero sabía que debía ser así. Que te buscaba. Que te evitaba deseando que me llamaras.

Y joder, lo hiciste. Como siempre.

me volví para mirarte, otra vez. Dudando si escupirte o darte un beso en la mejilla, recordando lo dulce que te parecía.

Por supuesto, te besaba. Maldiciéndome por disfrutar de volver a envenenarme.

Morir o morir


No pretendíamos hacer ejercicio, desde luego; nada de autosuperación. Y mucho menos era parte de un acto ideológico; no se trataba de un juego de dominación, ni éramos masoquistas, nihilistas autodestructivos ni ninguna otra mierda similar. No buscábamos alcanzar ningún estado de iluminación nirvanesca mediante la violencia. Y desde luego no queríamos formar ningún "club de la lucha" ni un grupo de terrorismo iconoplasta; no era un ejercicio de desapego hacia nosotros mismos ni cualquier otra chorrada con pretensiones de profundidad. Sólo éramos un par de insatisfechos que se desahogaban rompiéndose la cara entre ellos por diversión.

Solitude

Esta mañana me despertó un mensaje en el teléfono: "un señor que vende neumáticos usados reparte migas de pan por el suelo de su taller, atrayendo a las palomas. Y es que siempre está solo - Historias reales, Vol I".
No sé qué responder. El hecho de que sea real me hace pensar que todas las palabras son insignificantes comparadas con aquello que se vive en silencio.

Fondo de armario

Ella me dice que me necesita en su vida, que no se imagina sin mí, y yo me acuerdo de la chica de labios rojos de la tarde anterior. La que me devolvió un boli que se me había caído en clase. Y me pregunto si al mirar hacia abajo se dio cuenta de que siempre llevo los mismos pantalones.

Entonces me da la risa, y tras un falso "tú también me gustas mucho" ya no sé qué es lo más ridículo de todo esto.

El trabajo os hará libres

Mein vaterland bittet mich zu sterben

(La patria me pide morir.)


Estoy rodeado de gente. Quería mezclarme entre la multitud mientras escucho música, siguiendo el mismo camino que quienes salen de cualquier tienda. Suena un piano, más tarde se une un violín. Voy de arriba para abajo, recorriendo la misma calle en ambos sentidos. Se escucha un discurso motivador; las masas vitorean extasiadas. Alguien me pide mi colaboración con una ONG. Rechazo, pero no le digo que en la calle de al lado hay yonkis y prostitutas esperando su ayuda. Sigo caminando, a la par que el violín se mezcla con los gritos de una madre regañando a su hijo. El artista ambulante a quien el niño miraba continua intentando llamar la atención tristemente. La música va in crescendo, retratando una marcha triunfal hacia ninguna parte. Pierdo de vista al crío. La gente sigue su camino, impasible ante el payaso. Comienzan a sonar sirenas y bombas. Busco a alguien que se haya detenido, pero no hay nadie; todos parecen ir hacia alguna parte, tener un destino. Nadie se para si no es seducidos por un escaparate. Cada vez hay más ruido; las bombas suenan más fuertes, hay tiroteos y ya casi no se oyen los instrumentos. Es absurdo, pero me sorprende ser el único que tiene que taparse los oídos y cerrar los ojos para no vomitar. No sé qué hago aquí.