Valencia

Tengo pánico a viajar, y pretendo subirme a un tren sin billete de vuelta. Sin dinero para volver, sin lugar donde dormir y sin nadie a quien recurrir si resulta que me he equivocado con la persona que me espera al otro lado. Sin embargo, lo único que temía era no conseguir el dinero para ir.

Y por fin llego.

Hasta hace unas pocas horas desconfiaba de mí mismo para conseguir estar aquí; apenas hace un momento que no sabía si podría venir. Pero finalmente estoy en Valencia.

Me bajo del tren. Estoy mareado, pero no consigo caminar lentamente; el andén es largo y quiero verla rápido.

Echo a correr.

No recuerdo la última vez que corrí para ver a alguien. Espero tener valor para darle un abrazo.

Me encanta su sonrisa. Recuerdo sus palabras, aquellas en las que decía que soy la única persona que la alegra, y tiemblo interiormente por saber que soy el causante de que su cara dibujara un poquito de felicidad.

Es inevitable: bésame, le digo.

Escucho la negativa que esperaba y respondo que si no lo hace ella seré yo quien la bese.

Y entonces vuelve a repetir que no, como esperaba; es lesbiana.

2 comentarios:

Truchimana dijo...

Valencia me encanta y la odio a la vez. Siempre tengo diarrea cuando voy. Es una sensación bastante parecida a la que describes aquí, una ilusión a la que sabes que inevitablemente le sigue una decepción.

91problemz dijo...

Cuanto material para escribir en estaciones de trenes y autobuses. Me gusta el blog, por cierto, te sigo.